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BIER UND FREIHEIT

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miércoles, octubre 31, 2007

Pasado y Futuro

Calado suelo mío,
entereza la tuya
en las áridas cumbres
de mi eterna desazón.
Resistes lo indecible,
callas cuando muero,
y erguido cual marino
en la caída de mis llamas
permaneces.

Momentos de oscuridad
en cercano tiempo
me acosaron.
Luché y luché
contra mi negro adversario,
horas y horas,
eternas noches.
La sombra, finalmente,
me invadió.
El mundo se tornó
gris a mis ojos,
deformes sombras
y estridentes aullidos
convivían en mí.

Atisbado el fin del mundo,
mi mundo,
una minúscula luz
se me acercó.

Me dijo:
De la oscuridad,
¡Yo, la luz!
te sacaré.
Otra vez alumbraré
tu pasar
por este mundo,
duro, de negra espina.

De nuevo,
otra vez,
cabalgo
en la fértil pradera
de la amistad,
rumbo al rumbo
de la corte de los
Pequeños Austrias.

¡Ay Haydée!
Reina del buen verso
e hija de la plácida ensoñación,
¡gracias, por hoy y siempre!

30/05/2005 El Ejido

"Dislogio" de la locura. El camino

La oscuridad cubría el cielo. Un loco sueño en la habitación. Fantasmas que correteaban por las esquinas. Clarividencia del destino humano.
Desgarradas fomas aferrándose a la vida. Criaturas sin ton ni son desgarradas de dolor. Olor a carne, carne humana.

El joven se despertó asustado. Sólo era una pesadilla, una horrible pesadilla. Miró asustado al frente y vio lo que nadie quiso ver. Allí seguían las figuras, criaturas malditas que por el averno sufrían.

No podía ser. Estaba muerto.

Muerto de frío, se levantó. El techo empezó a girar y girar. Estrellas brillaban en él, estrellas resplandecientes. Una entre ellas brillaba sobremanera. El chico la siguió. Años y siglos parecieron esos momentos. Toda su vida se le presentó ante sus ojos. Dolor, tristeza, soledad...

Al tiempo, apareció en la estancia de las criaturas. No tenían rostro, aún así, gritaban de dolor. Gritos que surgían de lo más profundo de su alma. Se contoneaban rítmicamente, al compás de una extraña música, voces de mujer y niño.

El ruido empezó a ser insoportable, la cabeza le iba a estallar. Se contoneaba al igal que las criaturas. Su rostro desapareció, y de su interior empezaba a surgir una suave melodía. La sensación de agobio superaba el dolor. Martilleaba sus sentidos. Minaba su resistencia. Mucho más no podría aguantar. Unos minutos más y se quedaría para siempre en el reino de los muertos.

Ante él apareció la figura de su madre, entristecida por su pérdida. La locura invadió su alma, presa del pánico. El contoneo se convirtió en temblor, y éste, en furia.

Estaba muerto. El cielo no existía, sólo dolor, sólo infierno.

Pensó en los crédulos que aspiraban a una vida después de la muerte.

Empezó a reirse. Una carcajada tan fría que helaría hasta el corazón más duro.

Volvió el temblor. Volvió el dolor.

Una figura se fue aproximando a él. Sus pasos retumbaban en la tierra. Ésta si tenía rostro, aunque desfigurado. Cogió la cabeza del chico entre sus manos. Tembló, tembló y tembló. Después, sintió calor. Sintió su cerebro derretirse. Dolor, dolor, dolor...

Todo era rojo. Todo era negro. Sus ojos se cerraron. Para siempre.

Luego la nada, el vacío...